martes, 26 de septiembre de 2023

IMITEMOS AL OTRO MAQUIAVELO

Por: Emilio Doñe.

Todos alguna vez hemos escuchado el adjetivo “maquiavélico” para describir algún accionar o persona llena de engaño o astucia en donde la ética se puede ver comprometida.

Este concepto, relatado con base en el pensamiento del reconocido autor de El Príncipe, Nicolás Maquiavelo, nos ha llevado a creer que para él lo más importante en la vida es el poder y que no importa como se obtenga el mismo: el fin justifica los medios.

Sin embargo, vale la pena ver a Maquiavelo más allá de la versión distorsionada que nos dibuja a un hombre despiadado. Lo cierto es que en Maquiavelo, también tenemos a una persona con una incomparable destreza mental que le permitió tener gran influencia en la Italia medieval. 

Su objetivo siempre fue muy claro: el avance democrático de su amada Florencia.

Nicolás Maquiavelo no tuvo una vida nada fácil. A pesar de tener una educación de gran nivel o excelencia, le tomó muchos años llegar a un nivel relevante dentro del gobierno ya que en esa época la riqueza y la posición familiar tenían un gran peso en la política de ese entonces. 

Fueron sus propios méritos los que lo llevaron a ser reconocido, particularmente en política exterior, ya que fue representante de Florencia en diversas misiones o trabajos en el extranjero.

Fue un excelente estratega que supo cambiar la dinámica de un conflicto cuando las reglas del juego no le favorecían, así como un escritor talentoso, que siempre mostró un gran dominio de la lengua toscana ―un dialecto italiano.

Sus documentos diplomáticos nos dan una idea del talento excepcional de Maquiavelo en el riguroso arte de la persuasión. Como asesor político aprendió a dialogar en el tono adecuado con reyes, papas y otros líderes de su época, para lograr sus diversos objetivos.

El conocimiento que obtuvo tras esas experiencias se refleja en sus obras El Príncipe,  Discursos  y Del arte de la guerra.

A diferencia de lo que generalmente se cree, el tono “maquiavélico” en estos textos es una pequeña parte de todo lo que hay detrás de la obra de este autor.

Pues la realidad, es que si evaluamos a Maquiavelo podemos tomar de él dos caras o dos voces que se pueden escuchar en las mismas obras de Maquiavelo: la voz de una persona fuerte, ruda y ambiciosa que separa la moral y los escrúpulos con el fin de obtener ventajas políticas.

Y otra voz más delicada que recomienda las medidas más prácticas para resolver problemas y que maximicen la seguridad y el poder del Estado.

Maquiavelo presenta estas dos visiones a sus lectores para que ellos decidan cuál quieren seguir. La mayoría del mundo se inclinó lamentablemente por escuchar la voz fuerte y ambiciosa, pero yo prefiero hablar de la otra: la voz baja y prudente, la que se reconoce poco pero que muestra su verdadero sentir y que dicta los fundamentos de un gobierno justo con base en la libertad.

Y que es muy necesaria en un mundo donde se quiere imponer un gobierno global socialista, con una estructura bien autoritaria donde te plantean como debes hacer las cosas y comportarte, bajo la excusa del bien común. 

El primer tema que quiero rescatar es la importancia de mantener el Imperio de la Ley . Maquiavelo nos recuerda que la calidad de un gobierno depende de las leyes que impiden al gobernante dominar arbitrariamente a otros. 

Aunque una república jamás será perfecta o inmune a la corrupción, se puede aspirar a un mayor bienestar si sus leyes e instituciones se basan en el consentimiento de sus ciudadanos y buscan el bien común, elemento en el que creemos los anarcocapitalistas. Pues, sin excepciones, todos somos iguales ante la ley.

Hoy en día, esto nos puede parecer obvio, pero la advertencia de Maquiavelo es clara: si se rompe el orden legal y político “por el bien”, después bajo cualquier pretexto se romperá para el mal. Lo que nos remite a un problema que he citado anteriormente en mis escritos: 

“Los países desarrollados tienen leyes flexibles de aplicación rigurosa, mientras que la República Dominicana tiene leyes rigurosas de aplicación flexible”.

Para Maquiavelo, las leyes sólidas y el gobierno justo van de la mano con la capacidad de los ciudadanos de exigir lo propio, y esto se da con una mayor conciencia cívica y el empoderamiento del ciudadano. 

Para este autor, el ideal de la educación es formar una mente capaz de cuestionarlo todo y que no se someta a los designios de la autoridad, sino que busque comprender con base en el razonamiento.
Maquiavelo trata este concepto en su obra Discursos, donde escribe: “Es bueno pensarlo todo, defender tus opiniones con la razón sin usar la autoridad de la fuerza para ello”. 

 Esta forma de pensar la reafirma en una carta escrita a su hijo Guido, a quien le dice que, si quiere tener honor y ser próspero debe estudiar, hacer el bien y aprender, ya que la gente le ayudará si él se ayuda a sí mismo.

Se trata de un autor que suele cuestionarse todo de forma que muchas de las preguntas que formula siguen vigentes: ¿Por qué hasta la gente más poderosa y rica se deja llevar por la adulación y las apariencias? ¿Por qué una persona exitosa debe preocuparse por la justicia? ¿Cuál es la manera más efectiva de luchar por la libertad? ¿Cuál es la verdadera grandeza?

Porque definitivamente, no es la riqueza material. La respuesta a estas preguntas cambia nuestra perspectiva.

Esto nos lleva al punto final. Maquiavelo destaca que sólo se puede confiar en el éxito de la gente que ha trabajado esmeradamente para lograrlo: con inteligencia, esfuerzo y un verdadero conocimiento. 

Él le llama virtud, yo le llamo capital humano  y cultura del esfuerzo: entre más personas con estas cualidades tengamos, más rica será nuestra patria y generaremos mayor bienestar y progreso.

Este pensamiento muestra su vigencia para República Dominicana. Desafortunadamente, vivimos en un país donde es frecuente la violación al Imperio de la Ley, la inversión en capital humano es limitada y se requiere impulsar con mayor énfasis un cambio cultural.

El otro pensamiento maquiavélico se concentra en un tema fundamental: la libertad. Sin ella, los ciudadanos no serían capaces de elegir a sus gobernantes. Tampoco podrían informarse, aprender y esparcir su conocimiento. En un lugar donde la diversidad de ideas no se propaga, impera el silencio y la injusticia.

Maquiavelo pagó caro por estas enseñanzas: estuvo en prisión y sus textos fueron vetados por más de 300 años porque contravenían el orden autoritario al hablar de una Florencia donde hacía falta lo que siempre defendió: una verdadera república.

Con esta lectura, los invito a reflexionar sobre la importancia de la libertad para generar un cambio cultural donde el respeto a la ley, la educación y el esfuerzo, nos lleven a una verdadera  prosperidad incluyente, pero para todos los dominicanos. 

Muchas gracias y que tengan un maravilloso día, aquí te invito a leer mi escrito anterior: “¿CUÁNTO DEBO AHORRAR POR EDAD?” https://edumilio.blogspot.com/2023/06/cuanto-debo-ahorrar-por-edad.html?m=1

Gracias y hasta una próxima entrega.

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